Querida Ingrid
- Annie Gomez
- 19 oct 2022
- 3 Min. de lectura
Mi adorada y preciosa Ingrid, escribo estas palabras porque quería agradecerte todo el apoyo que me has prestado los últimos dos meses. Dejarme vivir sin pagar renta en tu casa, ha sido uno de los . La paciencia y el amor que has demostrado han hecho una gran diferencia en mi vida, me han dado propósito y ha cambiado mi forma de ver el mundo, pues si existen personas cómo tú, ¿qué tan malo puede ser? Nunca pensé que volvería a dormir en unas sábanas limpias o siquiera poder tomar agua limpia. Los cartones y el agua de lluvia se habian vuelto mi día a día, eran mi cotidianidad y mis aspiraciones se habían limitado a buscar de comer entre la basura, y a evitar ser golpeada aunque sea por algunas horas. El calor de un hogar y de una familia cambian a una persona..
Ahora puedo volver a concentrarme en vivir, en lugar de sobrevivir, puedo apreciar mi alrededor e inspirarme a ser buena, así cómo lo eres tú y tu familia. Carlos tan espléndido, siempre pendiente de ti y de los niños, pasando todo su tiempo libre con ustedes. Se ve tan enamorado de ti, pero claro, quien no se enamoraría de ti.
Cada vez que juegas con los niños, puedo darme cuenta de que estuviste destinada a ser madre y a cuidar de los demás, eres de esas que nacen siendo maternales, me imagino que por eso fue que abriste esa puerta, por esa razón fué que me dejaste entrar a sus vidas, tan plenas y dignas.
Oh Ingrid, a veces podemos cambiar la vida de otros incluso sin saberlo. Ese día en el que me sonreíste en el parque, sin querer cambiaste mi mundo, ahí pude darme cuenta de que la humanidad no estaba muerta, sino que simplemente te la habían dado toda a ti. Aunque a veces me cueste creer que seas real y que existas. Tus modos al jugar con los niños, la suavidad con la que te diriges a todos. El roce de tus labios cuando soplas tu café por las mañanas. A veces pienso cómo serían nuestras vidas si nos hubiésemos encontrado hace unos diez años. ¿estaríamos juntas? ¿estarías con Carlos? Bueno, de igual manera no vale la pena preguntarselo, el “ahora” es muy diferente al “hubiera”.
No te lo voy a negar, a veces me siento incomoda, siento que invado su espacio, y que no debería estar aquí. Busco la forma de encajar, de encontrar mi lugar en este mundo.
No sé si te has dado cuenta, pero desde mi ventana se pueden ver tus pies alejarse hacia el auto, nunca en estos dos meses has bajado la mirada hacia esa ventanita en el sótano, nunca durante ese momento de las mañanas nuestras miradas se han cruzado. Tu ajetreo matutino no da lugar a despedidas, por lo menos no a las nuestras, sólo a las de Carlos y los niños.
Ya no podremos compartir el mismo techo ni respirar el mismo aire.
Hace un par de días, uno de los niños se asomó a la ventana del sótano, mis reflejos me permitieron esconderme rápidamente, pero no escondieron la cama destendida, y las sobras de comida que había en mi improvisada mesita de noche.
Probablemente hoy me vaya, esta noche será la última noche en la que me escabulla hacia tu cama, observe tu dormido rostro y escuche tu respiración. Pero tranquila, no notaras mi ausencia, así como tampoco notaste mi presencia. Seguirte desde el parque aquel día ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida, encontrar la puerta de tu sótano abierta, fue la señal del universo diciéndome que todo estaba bien.
El destino nos unirá otra vez, de eso estoy segura. Y en el mientras tanto siempre te podré observar desde la lejanía, esperando otra señal del destino para ir a nuestro próximo encuentro.
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